lunes, 23 de junio de 2014

Otras Palabras en la Universidad Complutense



Hace ya tres años que participamos en la Semana Complutense de las Letras y queremos recordar con vosotros aquel momento. ¡Salud y letras!

domingo, 8 de junio de 2014

Reseña de Un fragmento de eternidad

José Antonio Olmedo López-Amor nos envía esta reseña. 


Título: Un fragmento de eternidad
Autor: Gregorio Muelas Bermúdez
Editorial: Germanía
Género: Poesía
Año de publicación: 2014
Número de páginas: 63

ISBN: 978-84-16044-33-7



La carrera literaria de Gregorio Muelas Bermúdez (Sagunto, 1977), ha pasado de ser prometedora a constatarse como un valor seguro. Su escritura, como trasunto de la vida, engloba sus debilidades, su pensamiento, pero sobre todo, la honda preocupación por ese estigma que sobre todos nosotros esculpe el Tiempo, la condición en fuga de estar vivo y saber que la Muerte se aproxima. Gregorio Muelas, vehicula este poemario con el criterio y orden musical de una sinfonía; la concepción de su poética está suscrita a un germen musical, germen que durante el poemario se escenifica minoritariamente en rimas consonantes y mayoritariamente en rimas asonantes.
El poeta valenciano Rafael Coloma, redacta un prólogo notable en el que disecciona la estructura del poemario y a la vez confiesa encontrar un existencialismo latente que hilvana los diferentes bloques que conforman esta obra, un existencialismo que siempre subyace, vigoroso y reflexivo, en los tres temas principales del poemario: la Música, el Tiempo y la Naturaleza; no por nada, Coloma titula su prólogo de la siguiente manera: Música y paisaje.
En el año 2002, el escritor argentino Héctor A. Piccoli, publica un libro titulado Manifiesto fractal, en el cual propone a la comunidad literaria mundial, rescatar el ritmo y la musicalidad en la poesía para contrarrestar esa prosificación o versolibrismo prevalente, que tanto daño ha hecho a los contemporáneos amantes de la poesía clásica desde finales del siglo XX hasta la actualidad. Gregorio Muelas se suma a ese llamamiento abanderado por Piccoli y cultiva, entre otros formatos de su repertorio: la métrica en forma de soneto blanco o clásico, la rima jotabé, el heptasílabo, el verso libre y la asonancia.
El poemario comienza con un poema titulado Preludio que inaugura el discurso poético con la palabra “nada”, curiosamente, podría considerarse a este poema una bisagra que ensambla todo su simbolismo con el último poema del libro, titulado Nada, formando un final-principio recursivo y eviterno, constituyendo un viaje desde la Nada al Todo, localizaciones donde la mirada del poeta revela su enamoramiento por la Vida y su fascinación por su efímero milagro: Pero sé que todo es final, / que todo acaba, / que sólo existen los instantes, / y que cada instante, / cíngulo del tiempo, / es un fragmento de eternidad·


El primer bloque, titulado Aurora y agonía, se compone de dos sonetos -blanco y clásico respectivamente- que narran, casi en tono bíblico, la “aurora” de la formación del Universo, cuna y morada de la Música; y la “agonía” de la auto-coronación de Luzbel, siniestro Ángel Caído, como Señor de la Nada. Ambos momentos, tienen una importancia capital en la memoria del poeta, ya que, de esa culminación, nace su percepción de la Vida como un curso dual y binario de fuerzas complementarias, visión que vertebra el segundo bloque del poemario, Música en la oscuridad, pasaje que comienza con estos esclarecedores versos: Toda nota tiene su silencio. / También toda luz tiene su sombra.
El yo lírico de Gregorio Muelas, se ubica en diferentes tribunas para pronunciar su alocución. En los sonetos: Música callada y Olas al fondo, utiliza la primera persona como ente presente y exclamativo, mientras que en los poemas: Adagio, Bruckner y Schubert Park, el foco emisor de su poesía es un narrador omnipresente. Los magmas de su mundo interior buscan, en todo momento, la forma más propicia para manifestarse. Ese ejercicio de adecuación, aderezado con el poder magnético de algunos arcaísmos que revelan un culturalismo, o relativismo posmoderno, denota una vasta formación y vocación en un autor que ama, respeta y cree en el valor de la palabra.
El cuarto bloque lleva por título El peso de los días, una alusión a la obra poética del poeta Blas Muñoz Pizarro, referente y amigo del autor, poeta al que además va dedicado uno de los poemas del bloque, Otro cielo. Pero también el título alude a ese agónico proceso de erosión que sufre el habitante citadino de las grandes y caóticas urbes, la soledad, la deshumanización, la prisa, una desazón reflejada perfectamente en poemas como Hoy: …entonces entonan vítores los televisores / y vuelan altivos los sueños / de los vivos murientes, / aquellos para los que el ayer no es más / que una borrosa instantánea, / una sonrisa congelada, / y el día a día un futuro sin presente.
En el cuarto bloque, además de la sombra del tiempo, incide argumentalmente una preocupación humanista, las descripciones del mundo y sus pobladores dibujan un panorama descorazonador, donde los seres humanos viven hastiados y llenos de carencias en un mundo desgastado y posmodernista. El poeta encuentra únicamente en las alturas de la poesía, pero no de una poesía cualquiera, sino de una poesía verdadera, auténtica,  porque es forma de vida; una escalera hacia la belleza, ese axis mundi desde el que puede disertar sin ser juzgado, un lugar donde su alma de artista y su conciencia de hombre pueden dialogar armónicamente y de esa eufonía mística emerge su poemario, un poemario al que podríamos llamar exegético.
En el poema Refutación a Adorno, la palabra poética es para Gregorio Muelas un arma para luchar contra la injusticia y el olvido, un acto de civilización contra la sumisión y la barbarie, un elemento clave para defender, legar, constatar, vivir.
En el poema Pessoana, el amor nos dice que siempre ha estado ahí y se revela como otra luz que conquistar, otro arma que defender.
Ya en el quinto bloque, Apuntes de paisaje, como su propio nombre indica, es la Naturaleza quien inspira unos versos contemplativos, evocadores, que describen la belleza de un paisaje, el vuelo de un pájaro o un atardecer, al tiempo que inunda su poesía de pensamiento, de dolor, de nostalgia. En estos breves poemas el autor imprime siempre un ápice de esperanza; sus agrestes pinceladas dibujan  una posible primavera en pleno otoño, un camino alternativo que podemos transitar sin pesadumbre.
En definitiva, Un fragmento de eternidad es un poemario atípico por su pluralidad de formatos poéticos, valiente por su apuesta literaria -tan formal como conciliadora- y un ensayo rico e ilustrador sobre el ser humano moderno y sus preocupaciones. Una excusa perfecta para reflexionar sobre nosotros mismos y nuestro entorno en este efímero lapso que es la vida. Su mensaje es un proyectil lanzado en dos direcciones, al conocimiento y al corazón, un mensaje que sin duda encontrará su destino en el amor y comprensión de los lectores.

lunes, 26 de mayo de 2014

Cortázar cumple 100 años


Julio Cortázar también escribía poemas. Hacía poesía de la vida cotidiana y cantaba a las pequeñas cosas que no tienen importancia, pero que son la base del día a día, de lo que impulsa a caminar hacia delante con la cabeza bien erguida.



Cortázar escribió Rayuela; pero además fue un intelectual que quería ser francés. Lo consiguió en 1981 cuando cambió de nacionalidad en protesta contra el gobierno de Argentina. Aunque nació en Ixelles, un pequeño municipio de Bélgica, don Julio fue del mundo entero gracias a su literatura.

Este año se cumple el primer centenaro del nacimiento de este literato que vino al mundo un mes después de empezar la Primera Guerra Mundial. Mientras Europa se desangraba vivió en Ixelles y al finalizar la contienda volvió con sus padres al Argentina.

Julio siempre fue un hombre de letras que trabajó como maestro rural al terminar sus estudios y más tarde llegó a ser traductor de la Unesco en su ciudad preferida, París.Como Julio Denis comenzó escribiendo poesía y surge así, en 1938, Presencia:

          Muro de planos únicos se crea.
          ¡El disco, el disco! ¡Míralo, Jacinto,
          piensa cómo por ti abatió su altura!

          Música de las nubes, melopea
          puesta a formar para su vuelo el plinto
          que ha de ser vespertina sepultura.

Habilísimo con la pluma ha escrito prácticamente todo. En todos los géneros ha destacado cultivando indistintamente la poesia (como hemos dicho), el teatro, la narrativa, el cuento, el ensayo... La lista es interminable y sobre todo la calidad. Cortázar sabe aunar el existencialismo de su época al más puro estilo sartriano, con un cuestionamiento contante de la experiencia vital y del razonamiento más clásico. Todo ello de una manera activa que tiene cierto carácter experimental y mágico que lo lleva a ser casi surrealista.

Dentro de ese estilo, el surrealismo, sobresale la obra Historias de cronopios y de famas, de 1962, que está escrita a base de fragmentos de relatos de manera que es una pieza llena de encanto y que deja volar la imaginación.

Ese hacer cambiar la perspectiva de lo que se conoce o se sabe y las alteraciones del orden cronológico se muestran en Rayuela (su obra más conocida), pero se puede ver todavía mejor en algunos de los cuentos de Bestiario (como Casa tomada o en Las babas del Diablo).



Después de una vida llena de avatares y peripecias en compañía de grandes amigos artistas Cortazar falleció en París en 1984. Como un pequeño homenaje vamos a ver aquí algunos de sus poemas.

A. R. S.



             LOS AMIGOS

En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.

Livianamente hermanos del destino,
dióscuros, sombras pálidas, me espantan
las moscas de los hábitos, me aguantan
que siga a flote entre tanto remolino.

Los muertos hablan más pero al oído,
y los vivos son mano tibia y techo,
suma de lo ganado y lo perdido.

Así un día en la barca de la sombra,
de tanta ausencia abrigará mi pecho
esta antigua ternura que los nombra.


              LA MUFA

Vos ves la Cruz del Sur,
respirás el verano con su olor a duraznos,
y caminás de noche
mi pequeño fantasma silencioso
por ese Buenos Aires,
por ese siempre mismo Buenos Aires.
Quizá la más querida

Me diste la intemperie,
la leve sombra de tu mano
pasando por mi cara.
Me diste el frío, la distancia,
el amargo café de medianoche
entre mesas vacías.

Siempre empezó a llover
en la mitad de la película,
la flor que te llevé tenía
una araña esperando entre los pétalos.

Creo que lo sabías
y que favoreciste la desgracia.
Siempre olvidé el paraguas
antes de ir a buscarte,
el restaurante estaba lleno
y voceaban la guerra en las esquinas.

Fui una letra de tango
para tu indiferente melodía.


              OBJETOS PERDIDOS

Por veredas de sueño y habitaciones sordas
tus rendidos veranos me aceleran con sus cantos
Una cifra vigilante y sigilosa
va por los arrabales llamándome y llamándome
pero qué falta, dime, en la tarjeta diminuta
donde están tu nombre, tu calle y tu desvelo
si la cifra se mezcla con las letras del sueño,
si solamente estás donde ya no te busco.

Mendoza, Argentina 1944


BOLERO

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos

y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.

jueves, 24 de abril de 2014

Gabriel García Márquez

Hace ya una semana que nos dejó este gran literato. A riesgo de parecer cursi, creo firmemente que la Literatura sigue llorando su ausencia… Sin embargo, por otro lado, es más que probable que algún incauto lector que no lo conociera haya llegado a las librerías preguntando por su obra.


Y así, de ese modo, ha caído en las manos de Jaime esos Cien años de soledad; o puede que Rosa conozca por primera vez La horajasca o El coronel no tiene quien le escriba. A lo mejor, Carlos ve la película de El amor en los tiempos del cólera y eso le lleva a la novela y de ahí a Cuando era feliz e indocumentado.
Es precisamente ese el mejor tributo que se le puede hacer a un escritor: conocer sus obras, leerlas y compartirlas. Por eso, desde Otras Palabras queremos compartir una serie de poemas con que nos regaló a lo largo de su vida.
Esperamos que os gusten. 

A. R. S.
                                 “La muerte de la rosa”:
Murió de mal de aroma
rosa idéntica, exacta.
Subsistió a su belleza,
sucumbió a su fragancia.
No tuvo nombre: acaso
la llamarían Rosaura,
o Rosa-fina, o Rosa
del amor o Rosalía,
o simplemente: Rosa,
como la nombra el agua.
Más le hubiera valido
ser siempreviva, Dalia,
pensamiento con luna
como un ramo de acacia.
Pero ella será eterna:
fue rosa y eso basta.
Dios le guarde en su reino
a la diestra del alba.




                                  “Poema desde un caracol”

Yo he visto el mar. Pero no era
El mar retórico con mástiles
Y marineros amarrados
A una leyenda de cantares.

Ni el verde mar cosmopolita
—mar de Babel— de las ciudades,
que nunca tuvo unas ventanas
para el lucero de la tarde.

Ni el mar de Ulises que tenía
Siete sirenas musicales
Cual siete islas rodeadas
De música por todas partes.

Ni el mar inútil que regresa
Con una carga de paisajes
Para que siempre sea octubre
En el sueño de los alcatraces.

Ni el mar bohemio con un puerto
Y un marinero delirante
Que perdiera su corazón
En una partida de naipes.

Ni el mar que rompe contra el muelle
Una canción irremediable
Que llega al pecho de los días
Sin emoción, como un tatuaje.

Ni el mar puntual que siempre tiene
Un puerto para cada viaje
Donde el amor se vuelve vida
Como en el vientre de una madre.

Que era mi mar el  mar eterno,
Mar de la infancia, inolvidable,
Suspendido de nuestro sueño
Como una paloma en el aire.

Era el mar de la geografía
De los pequeños estudiantes,
Que aprendimos a navegar
En los mapas elementales.

Era el mar de los caracoles,
Mar prisionero, mar distante,
Que llevábamos en el bolsillo
Como un juguete a todas partes.

El mar azul que nos miraba,
Cuando era nuestra edad tan frágil
Que se doblaba bajo el peso
De los castillos en el aire.

Y era el mar del primer amor
En unos ojos otoñales.
Un día quise ver el mar

—mar de la infancia— y ya era tarde.

domingo, 20 de abril de 2014

Musiquita de la buena

Esta vez la cosa no va de poesía... Queríamos compartir este vídeo con todos porque está realizado con un montón de humor y de “arte”.

Ahí va el videoclip:

70 Million, de Hold Your Horses! El álbum es Sorry! Household, editado en 2011.


Por cierto, un premio para aquel que identifique todos los cuadros que aparecen. Pero no hagáis trampas...  

miércoles, 9 de abril de 2014

Reseña de "Días de ruta", por Vicente Muñoz Álvarez


Hoy compartimos con vosotros la última reseña de José Antonio Olmedo López-Amor. Disfrutadla.

                                                                                      

Título: Días de ruta
Autor: Vicente Muñoz Álvarez
Editorial: Lupercalia
Género: Poesía
Número de páginas: 179
Fecha de publicación: Marzo de 2014
ISBN: 978-84-941639-5-1

Titular:
Ediciones Lupercalia publica en el número VII de su colección “Leviathán” Días de ruta, el nuevo poemario de Vicente Muñoz Álvarez.

                                                       Por: José Antonio Olmedo López-Amor
Reseña:
Inquietante, atípico, sombrío. Calificativos tan precisos son los que describen el octavo poemario de Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966), un poeta, narrador y editor español que es ya -merced a su bagaje- un ilustre letraherido. ¿Por qué inquietante? Pues por ejemplo, por su inicial y arriesgada , o su capacidad para exorcizar demonios con su propia medicina. ¿Por qué atípico? Por ejemplo también, por su larga extensión si lo comparamos con la tónica dominante de los poemarios actuales, o por su extremado acierto en utilizar la prosa como herramienta de irrupción narrativa. Y ¿por qué sombrío? Porque como ya hiciera en una de sus anteriores novelas Mi vida en la penumbra (Eclipsados, 2008),  aquí Muñoz Álvarez describe una vida tornasolada por las luces y las sombras de un existencialismo cainita que provoca una diáspora de mitos en aquel que lo padece.
Ya en sus primeros poemarios: Buscando la luz (Vinalia bolsillo, 1998) y Canciones de la gran deriva (Ateneo obrero de Gijón, 1999 y reeditado por Origami, 2012), se aprecia cierto desencanto y desencuentro entre la vida del hombre y del artista en relación con el mundo que lo rodea. De esas diferencias irreconciliables nacen, en la mirada del poeta, angustia, critica, reflexión y duda, como articulaciones de un ensamble mucho más complejo y sombrío; los poemas de este libro, tienen la capacidad de trascender los signos y transmitir estados vitales y texturas, además de llevar de la mano al lector en su periplo y sorprenderlo constantemente.
La sugerente fotografía en blanco y negro escogida para ilustrar la cubierta del libro, es un magnífico trabajo de la fotógrafa creativa Julia D. Velázquez, quien ha sabido, con una maestría impactante, sintetizar toda la atmósfera y singularidad de esta obra en una imagen de lo más sugerente; la artista madrileña utiliza un viejo automóvil de carrocería desgastada por los años y las lluvias para representar el leit motiv de este road-book en toda regla. Ese vehículo es la metáfora perfecta, ya que encarna físicamente el carácter nómada del yo lírico, toda su dimensión, al ser viejo, gris y en movimiento. Pero además, Julia encuadra el automóvil de manera que subraya la importancia del maletero (equipaje) y de lo reflejado en la luna trasera (edificios y cielo), todo un acierto que da buena cuenta de la talla plástica y comunicadora de la autora. Julia ya trabajó con la poeta Dolors Alberola (Valencia, 1952), elaborando la cubierta de uno de sus libros Todos los trenes mueren en línea recta (Origami, 2012), trabajo donde ya demostró toda su valía como ilustradora.
Como ya hicieran Castaneda, Kerouac o Thoreau, -autores que el propio Vicente cita al principio del poemario-, el poeta pretende experimentar la vida en la naturaleza, pero para ello, -y a diferencia de ellos- escoge como escenario la naturaleza mundana de su acontecer diario, algo que lo obliga a estructurar el poemario en cuatro grandes partes; las correspondientes a las estaciones del año, las cuatro campañas de ventas que utiliza un hastiado representante de zapatos, el protagonista del poemario, para ganarse la vida.
Algo de estos tres grandes escritores ha conseguido imprimir Muñoz Álvarez en sus versos: la riqueza del mundo interior de Castaneda, la rebeldía del autor de Desobediencia civil (conferencia que fue publicada en 1848), o la pasión y el asombro itinerante de Kerouac, intrépido por las montañas escribiendo sus haikus. El eclecticismo de Muñoz Álvarez recoge lo mejor de cada uno, quizá más influenciado por éste último, para contarnos la historia de una vida sumida en la frenética inercia de una huida a ninguna parte, un recorrido por el cuaderno de bitácora de un trashumante.
Algunos de los aspectos más interesantes del libro son: la ausencia de letras mayúsculas al comienzo de los textos, y la ausencia también, de comas, durante los poemas en verso, así como de los puntos ortográficos al final de los mismos. Esta técnica, ya utilizada -por ejemplo, en libros de haiku- dota al conjunto de un continuum que trata de encajar su heterogeneidad a la vez que intenta potenciar las elipses incentivando al lector a interpretar el ritmo y las pausas. Sorprende también la disposición de las palabras en los versos, casi siempre breves, hábilmente espaciadas, distribuidas en el centro de la página y formando -en ocasiones- velados caligramas.
Como también sorprende que -al menos- una vez en cada bloque, encontremos cortos poemas que tratan de emular al Senryú japonés, pero con ligeros cambios en su métrica.
Muñoz Álvarez va aglutinando azotes de lucidez en su discurso, de manera que no permite surgir el aburrimiento en el lector en ningún momento de la lectura. Asoma entre sus versos una gran influencia de cultura audiovisual, con referencias constantes a obras cinematográficas de la historia, así como guiños a sucesos muy comentados de nuestra realidad contemporánea. El poeta, para bien o para mal, posee el mismo defecto o virtud que poseyó en su día el gran poeta Gerardo Diego, y es que, cualquier cosa que sucede en su vida, cualquier pensamiento, cualquier sensación, es presumible de convertirse en poesía, y eso explica -entre otras cosas-, la relativamente vasta bibliografía del autor, no solo en poesía, sino también en novela o ensayo.
Son muchas las virtudes de este libro, cosa que se encarga de ensalzar el poeta Gsús Bonilla (Badajoz, 1971) -finalista del premio nacional de poesía 2011- en el prólogo; unas páginas, donde además de elogiar la obra de Muñoz Álvarez, hace lo propio con su trayectoria y figura, nombrándolo disidente de las corrientes literarias modernas, algo -a mi parecer- que ambos comparten. Y no hace mal, Bonilla, en defender a capa y espada a un autor íntegro, trabajador y sincero, como es Vicente Muñoz, un escribidor que ha ido demostrando -en silencio- su talento durante dos décadas.
Muñoz Álvarez, al que han vinculado desde sus inicios al grupo de poesía de la conciencia, encuentra en la palabra, la calidez restauradora de un bálsamo, la seguridad que otorga poseer un arma homicida y la esperanza que inspira conocer el subterfugio o camino que puede transitar la mente humana, bien para protegerse de un mundo hostil, o para tratar de conocerse a sí mismo. Que estos versos del poema titulado Mar adentro, contenido en el libro, sirvan para reafirmar mis impresiones, así como para incitar al buen lector a descubrir a un demiurgo de estilema tan surtido como la propia vida:


Mar adentro

esta corriente
mar adentro
mi lucha

lo que arde
al fondo
de mi corazón

esta deriva
mi naufragio
mi angustia

lo que nadie
más que yo
puede contar

mi apuesta
suicida

por la literatura





Vicente Muñoz




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