han descubierto las tendencias poéticas
con las que vibra el suelo de Madrid
y han cambiado el spray por el pincel.
Para leer buenos versos ahora basta
con salir a la calle y abrir los ojos:
sus pinceles funcionan como antorchas
de una nueva y sutil naturaleza.
Las madres de conserva los acusan
de crueles incendiarios y pirómanos
que queman la ciudad con sus palabras.
Las madres progresistas los apoyan,
no tienen fotofobia y creen que hay luz
en los versos que cubren las paredes.
Ricardo García
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